Un café extraño, un chofer maníaco y un vuelo espectacular
Es domingo, es temprano por la mañana, pero el tráfico de Lima hacia el aeropuerto es una completa locura. Aunque me he acostado después de la una – por alguna razón mi hotel estaba a 45 minutos conduciendo del aeropuerto – me he despertado poco antes de las cinco de la mañana, debido a la diferencia de hora. Ya hace calor, mi desayuno espartánico – dos huevos fritos medio quemados, pan seco, dos cafés extrañamente dulces, fríos, pero fuertes (mucho tiempo después me doy cuenta de queik realiseer me dat he tomado la esencia del café: hay que mezclarlo con agua caliente) – flota incómodamente sobre el pesado jugo de papaya que desde entonces voy a odiar por el resto de mi vida, y mi chofer parece estar firmemente decidido a matarme lo más pronto posible. Sentado dentro de una jaula de seguridad con una reja de hierrode omheining van ijzer (para que ni ladróndief, ni cliente aterrorizado lo pueda atacar), conduce increíblemente agresivo, a velocidades enormes, entrando en espacios donde no se puede, frenando demasiado tarde y no dando ningún espacio a los demás.
Tengo nauseas y no hay aire acondicionado, pero cuando he querido abrir la ventana, el chofer inmediatamente me lo ha prohibido por razones de seguridad. Ahora que estamos parados ya 5 minutos en la carretera hacia el aeropuerto, puedo entender el por qué. Es un barrio pobre. Vendedores y mendigosbedelaars, algunos viejos, otros niños, caminan por el tráfico sin prestar atención al olor que los miles de carros, camiones y autobuses viejos botan en el aire caliente del verano limeño. Venden de todo: pasta dentaltandpasta, dulces, cosas caserashuishoudelijke spullen. No puedo comprender como pueden vender lo suficiente para vivir de esto.
A nuestro lado un microminibusje está extremadamente lleno de pasajeros. Casi todos están de pie, agachados por el techo bajo. Están en el pasillo, pero también están agachadosgebukt casi encima de las personas sentadas. No quiero imaginarme el calor dentro, pero veo que todos lo aguantanverdragen estoicamente. Un chico de mi edad me mira fijamente y me siento incómodo por su mirada. No obstante se la devuelvo.
Por fin nos ponemos otra vez en camino, y en pocos minutos llegamos al aeropuerto. Tengo aún dos horas antes de mi vuelo y decido hacer los trámitesformaliteiten / procedures rápidamente para después descansar algo en la puerta.
El vuelo es espectacular. Afortunadamente estoy en la ventana, y veo la inmensa, caótica ciudad de Lima cuando subimos. Volamos primero por el océano, y veo algunos barrios ricos, como Miraflores, donde he dormido. Hay varios barcos navegando en el mar. Después giramos y veo barrios muy pobres, cabañashutjes pequeñas, construidas en las cuestashellingen de las montañas desérticas. Veo que no hay calles, todo es tierra, y no hay postes de electricidad. Me imagino que tampoco hay agua potabledrinkwater.


En pocos momentos veo las cimas de las montañas más altas sobresaliendo de la neblina – ¿o es contaminación?: llegamos a los Andes. Cada minuto la vista es más espectacular. El sol está brillando en las cimas nevadasbesneeuwde bergtoppen. De vez en cuando veo comunidades, pero están aisladas: más que nada parece terreno inhabitado.
Después de poco tiempo siento que ya estamos bajando. Vemos una montaña muy alta, con un glaciar inmenso. Más tarde me entero que es el Ausangate, el ApuQuechua: heilige berg sagrado de los Incas. Poco después divisamosspotten la ciudad de Cusco. Perdemos altura rápidamente y veo que no soy el único que está mirando tensamente por la ventana. Es un aterrizajelanding difícil: la ciudad está en un valle angosto, rodeada por montañas, y el aeropuerto está dentro de la ciudad. Hay muy poco campo para maniobrarmanoeuvreren y parece que las alas del avión casi tocan las cimas. Pasamos la ciudad y volteamos de golpeineens / plotsklaps para aterrizar. Veo que el centro histórico de Cusco está al lado extremo del valle. Bajamos más y veo que los edificios no son grandes: máximo tres pisos; no hay rascacielos. Las casas lucen viejas, muchas parecen no estar terminadas, solo las fachadasgevels están pintadas. También aquí las construcciones más pobres están en las cuestas de las montañas.
El avión parece sumergirse en la tierra y con un golpeklap fuerte tocamos suelo. Frenamos fuertemente y la pista parece algo accidentadahobbelig , pero ya puedo respirar otra vez. ¡Hemos llegado!
Bueno, en realidad no puedo respirar muy bien: me falta aire. Al momento de salir del avión siento el impacto de la altura – Cusco está en 3350 metros sobre el nivel del mar. Me siento algo tembloroso y un poco mareadoduizelig, siento mi corazón palpitandoaan het kloppen / bonzen (van het hart) rápidamente. Intento caminar tranquilamente a la sala de equipaje. Es muy pequeña, solo hay dos pequeñas cintas de equipaje. Mi mochila aparece pronto, y la subo a mi espalda, mientras que un grupo de músicos en trajes tradicionales toca música de los Andes. Acompañado de zampoñas, salgo del edificio: allí afuera hay gente esperando a los pasajeros. Para mi gran alivio veo inmediatamente mi nombre y me acerco a las personas esperándome.
Huevos de cordoniz, chicha y una ducha eléctrica
¡Qué diferente es Cusco! Yendo a la casa de la familia, miro con sorpresa por la ventana del coche. Pasamos por el centro de la antigua capital de los Incas, y la familia me muestra el Q’oricancha – el Templo del Sol – el lugar más sagrado de los Incas, sobre el cual fue construído un monasterio.
La calle donde vive la familia es perpendicular astaat haaks op la calle comercial más importante del centro y también aquí hay una variedad enorme de comercios: tiendas de ropa, farmacias, dentistas, tiendas para electrodomésticoshuishoudelijke apparaten. En la calle hay un montóneen heleboel de gente. Vendedores ambulantesstraatverkopers muestran sus productos: shampoos y gafas de sol, cuadernos y bolígrafos, pequeños juguetes, empanadas y jugos. Veo hasta una señora empujando un carrito con una jaula de codorniceseen kooi met kwartels: vende sus huevos. Por la cantidad de gente ya casi no se puede caminar en la acerastoep y muchos caminan por lado de la avenida. Manadas de perros de la calle caminan entre la gente, veo un mendigo moviéndose en sus rodillas – ¿habrá tenido polio? Taxis, camionetas y micros buscan su ruta entre la multitud, evitando los muchos huecos en la calle.
Después de unos doscientos metros, cruzando a otra avenida, cambia la vista. En la calle aún hay más huecosgaten y el asfalto está terriblemente gastado. Las casas son más pequeñas y más viejas, muchas veces hechas de adobeleem. Algunas de ellas tienen un palo de madera con un plástico rojo o azul al final. Más tarde, me explican que es la señal donde se sirve chicha, la cerveza tradicional de la gente indígena, hecha de maíz fermentado.


Cada vez veo más personas, vestidas tradicionalmente. Las mujeres llevan zapatos planos o sandalias de cueroleer, medias largas grises de lanawol, una falda negra, y un traje de muchos colores diferentes: negro, rojo, amarillo y púrpura. Llevan su pelo negro en dos trenzas. Los hombres son igual de pequeños como las mujeres, pero fuertes: se nota que trabajan duro. Llevan sandalias, pantalones grises o vaqueros amplios y una camisa dentro de los pantalones. Ambos mujeres como hombres llevan sombreros.
El apartamento de la familia está en un edificio de tres pisos. En el primer piso hay una florería para funerales; igual que en los edificios de a lado. Junto a la florería, detrás de las puertas de hierro cerradas, hay sitio para estacionar el coche. Al frente veo el puesto de trabajo de dos lustradores de zapatos. Subimos al segundo piso y entramos al apartamento. Hay un salón con muebles viejos, una mesa de comedor y pocas estanterías. Algunas moscasvliegen circulan en el aire. Me enseñan mi cuarto, con el único baño al lado. Con gestosgebaren me indican que no puedo poner el papel higiénico en la tasa del baño – ya lo sé del hotel – y me muestran como funciona la ducha eléctrica: comprendo que es muy importante primero abrir el agua, antes de subir la palancahendel de la electricidad, y que después de ducharme, tengo que bajar la palanca de nuevo antes de cerrar el agua. Veo que han pegado cintatape negra en el grifokraan (ook: tankstation), seguramente para evitar electrocutarse; veo los cables eléctricos entre la palanca y el cabezal de la duchadouchekop, y entiendo que va a ser una experiencia interesante.
Regresamos a la sala, donde me explican con un diccionario inglés que tenemos que irnos. Entiendo que es domingo de carnavales y que vamos a ir a una fiesta familiar para almorzar y beber. Aún un poco tembloroso por la altura, con un leve dolor de cabeza y el estomago irritado, comprendo que eso también va a ser una experiencia interesante…